La época que nos toca vivir, lleva aparejados vertiginosos cambios en nuestra forma y modo de vida. ¿Que impacto tienen sobre la educación todos estos cambios? El acceso cada vez más fácil a la información, a través de las Nuevas Tecnologías, facilita su uso desde edades muy tempranas, llegándose a acuñar el término “nativo digital”, para designar a las personas nacidas en esta nueva era, la sociedad de servicios, o sociedad de la información.
Sin embargo, el modelo formativo que se aplica a los niños en los centros de enseñanza, se corresponde en la mayoría de ocasiones, con el de una sociedad industrial, que se quedó postergada en la última década del s-XX. Este modelo educativo, iniciado a mediados del s-XIX, preparaba a los individuos como activos- productivos, mediante procesos estandarizados y lineales, que priorizaban unas materias o asignaturas que se consideraban más útiles para la economía del momento.

Es fundamental adaptar las prácticas educativas, a las necesidades reales de la sociedad actual, valorando mucho más en el niño la creatividad y su capacidad de adaptarse a los cambios, dando relevancia al coeficiente emocional y fomentando la motivación intrínseca, en aras de conseguir niños que se desarrollen felices y realizados, y que puedan llegar a experimentar el estado flujo del que habla Csikszentmihalyi. Resulta indiscutible afirmar que la educación es imprescindible en el proceso de desarrollo psicológico del individuo; “sin su intervención, el desarrollo y crecimiento humanos, tal y como los conocemos, no serían posibles” (Bruner, 1997).
Educación y desarrollo psicológico no son procesos independientes, ambos son indisociables y guardan una estrecha relación. La educación es sin duda, un factor determinante en el desarrollo del ser humano, sin la cual el desarrollo y el crecimiento de nuestra especie, no sería posible tal y como lo conocemos.
No es concebible en modo alguno, el desarrollo de las personas sin pensar en las prácticas que se aplican para promoverlo. Del mismo modo, tampoco se entenderían las prácticas educativas diseñadas por la sociedad, sin tener en cuenta el concepto de desarrollo que persiguen. De esta forma, no se puede hacer referencia al desarrollo humano, sin hacer una mención a los procesos educacionales que lo promueven.
La escuela y las actividades educativas, poseen un papel preponderante en el proceso de desarrollo, básicamente por dos razones. La primera, es por el tipo de capacidades culturales que son adquiridas por el niño en este contexto, y la segunda, por las edades en las que estas capacidades son adquiridas, siendo un periodo en nuestro recorrido vital, caracterizado por una gran plasticidad. Llegados a este punto, la gran cuestión sería analizar de qué forma se hace posible, en palabras de Palacios, Coll y Marchesi (1990, pag.376) “la transformación de la educación en desarrollo”.
Para este fin, voy a utilizar dos nociones que conducen al desarrollo por medio de la interacción educativa, y que sin duda ayudan a reforzar la estrecha relación existente entre educación y desarrollo psicológico. En primer lugar mencionaré la metáfora del andamio, propuesta inicialmente por Wood, Bruner y Ross (1976), donde se describe la actuación eficiente de un tutor para conseguir resolver de forma conjunta con un niño pequeño, una tarea compleja por medio de la interacción didáctica.
Representa un conjunto de formas específicas de ayuda y apoyo, con las que se consigue: -Atraer el interés del niño aprendiendo hacia la actividad. –Simplificar la tarea en pasos y subpasos. –Mantener el objetivo final durante todo el proceso. –Ofrecer un modelo de las acciones a ejecutar. –Indicar discrepancias críticas entre la actuación del niño y el modelo. –Controlar la frustración y el riesgo en el proceso de resolución de la tarea.
La segunda de las nociones es la participación guiada, propuesta por Rogoff (1986,1990), que recoge las ideas básicas de la metáfora del andamio, poniendo un énfasis diferencial en la aportación conjunta de niño y tutor, y la gestión compartida del proceso, por una parte, y la consideración de formas de instrucción, no solamente explícitas, sino tácitas que pueden no implicar necesariamente una interacción cara a cara entre ambos.
Si el proceso de escolarización, tiene como primer objetivo asegurar la transmisión de un conjunto de instrumentos, conocimientos y habilidades culturales que un determinado grupo social considera fundamental para el desarrollo óptimo de las personas que lo componen, se hace necesaria una adaptación de los procesos formativos acorde con la nueva realidad cultural que nos envuelve.

Quisiera destacar también la importancia de la familia como agente educativo y potenciador del desarrollo. “La familia acostumbra a ser el primer contexto de desarrollo del niño, y sus miembros, los primeros agentes educativos” Miras, M. (1991) Este entorno parece adaptarse de forma más acelerada a los cambios socio-culturales actuales que el entorno académico en el que se desenvuelve el niño. Por ello se hace necesaria una mayor interacción entre ambos ámbitos, facilitando una coherencia que permita al individuo aplicar los conocimientos adquiridos, más allá del medio escolar, facilitando una utilidad práctica que consolide y afiance su desarrollo.

En conclusión, en el desarrollo del ser humano y en especial durante la infancia, el sistema educativo es la piedra angular que se posiciona como factor explicativo del desarrollo y de los cambios que a nivel psicológico experimentamos como personas. Se hace por ello necesario el replanteamiento de este sistema y su adaptación al modelo de sociedad actual, dando así paso a un nuevo patrón que centre el foco en el verdadero valor de la educación, en el que prevalezca la experiencia y el ritmo propio de cada niño. De esta forma se facilitaría su desarrollo psicológico, en lugar de buscar insistentemente una meta obsoleta y con una tendencia obsesiva por los resultados, que en muchas ocasiones producen desmotivación en los niños y les llevan al fracaso y posteriormente al abandono de sus estudios.