Hoy quisiera hablarte sobre la forma de conseguir la excelencia en la gestión de tu equipo de trabajo, algo que resulta hoy día trascendental y que perseguimos todas las organizaciones. Para empezar, si preguntásemos a cualquiera de los miembros de tu equipo, sobre cuál es el cometido de un jefe, con toda seguridad indicarían que tu tarea es en primer lugar verificar, controlar y dar órdenes precisas, para posteriormente, cumplir con la expectativa de servicio que ha depositado el cliente en tu firma. Y todo eso es algo bien cierto, sin embargo debemos de plantearnos seriamente si ese planteamiento continua siendo adecuado y suficiente tal y como está el mercado actual.
Piensa que tal vez, un jefe repleto de autoridad pone su atención ser competitivo. Y por este motivo trata de ser mejor que la competencia: siendo el más rápido, dando la mejor calidad, con un control férreo de los costes, obteniendo mejores resultados…
No obstante, siempre que se compite hay ganadores y perdedores y de forma especial cuando son muchos los competidores, la probabilidad de ser vencido es mucho más elevada. Cuando esto sucede y si pese al esfuerzo realizado, otro nos supera en algún aspecto, aparece la inevitable comparación…. podemos pensar que hemos cometido fallos o errores, y esto es algo que genera cierto nivel de estrés y sensación de culpa. Y de esta forma, orientamos todo nuestro esfuerzo a la búsqueda y captura del error, obviando nuestras fortalezas y puntos brillantes. Es en este proceso, cuando perdemos las oportunidades que se presentan ante nuestros ojos, imposibilitando conseguir la excelencia que perseguimos y poder cambiar ese estrés y esa angustia que sentimos, por la euforia del ganador.

Cuando un líder, forzado por las circunstancias, centra todo su desempeño en el control, hay muchas posibilidades de que los resultados no sean buenos. Y una alta probabilidad de que se repitan trabajos que no se ejecutan de forma adecuada, retrasos el proceso productivo, en la entrega del producto o servicio al cliente…. Todo esto generará pérdida de competitividad, quejas y puede suponer una merma de cuota de mercado. La consecuencia inmediata es un incremento de la incertidumbre y la ansiedad en el equipo, que constantemente de esta forma, se acaba retroalimentando con un aumento en la frustración en la plantilla, incompetencia, desconfianza y baja autoestima general.Llegado a este momento, el propio jefe, lejos de aportar solución alguna, puede llegar a pensar que el problema está en su plantilla y que esta debe ser renovada…. Esto es un error, dado esta situación le devolvería, al estado inicial, pero lastrado y en peores condiciones para competir en un mercado en el que concurren demasiados contrincantes.
Para conseguir romper con esta peligrosa espiral es necesario, la posibilidad real de que cada empleado aporte lo mejor de sí mismo. ¿Verdad que esto suena bien? Pero… ¿Cómo es posible conseguir esto? Seguro que hay entre vuestro personal ejemplos cotidianos que lo corroboran, y no hay más que observar como en numerosas organizaciones durante la ausencia del jefe, el flujo de trabajo era efectivo, el equipo se implicaba y colaboraba y las tareas eran asignadas sin problema. El personal se sentía realizado y satisfecho por su trabajo, y esas son sensaciones que se reflejan y trasladan finalmente en los clientes.
Reflexiona sobre si ésta es o ha sido en algún momento tu situación como jefe.

Resultado de imagen de excellenceCuando estamos sometidos a una dificultad emocional, se merman las capacidades intelectuales y creativas, y por lo tanto no estamos en las mejores condiciones para ser productivos. Sería algo idílico y hasta algo aburrido poder eliminar todas las situaciones que generan estrés, dado que a diario hay que lidiar con numerosos contratiempos, urgencias, situaciones imprevistas. Por eso, el jefe que busca la excelencia no debe actuar generando más niveles de estrés, sino reflexionando serenamente y actuando en consecuencia, aportando en todo momento los procedimientos más favorables, y velando por conseguir un entorno en el que prime la cooperación y la motivación. Y este es un proceso especialmente complejo y exigente, dado que precisa de la implicación y responsabilidad de cada miembro del equipo. Nadie debe ocultarse en sombra de responsabilidad que proyecta su jefe, y cada cual debe aportar su talento y habilidades de forma eficaz. Llegado este punto, es necesario compartir la cultura y valores empresariales de la firma a modo de objetivo común que une, y guía hacia la consecución de las metas propuestas. Es imprescindible considerar, valorar y reconocer la importancia de la actitud colaborativa de cada uno de los integrantes de la empresa. Tienes que hacer tuya esa cultura y valores, exportarla a tu equipo, aplicarla a diario y explicarla si es necesario a cada colaborador para que la interiorice y a haga suya.                                                                                                                                                                                                                                Y dado que existen poderosos y sinceros nexos de unión con cada uno de los miembros de tu equipo, es algo que no implicará grandes esfuerzos o sacrificios, pues que cada uno, en función de su posición laboral, aportará lo mejor de forma intrínseca. Conseguir la excelencia es una ventaja que solo puede ser el resultado natural de las mencionadas premisas, algo que va a incidir positivamente en la percepción posterior que se traslada a tus clientes, como ya se ha mencionado.
Y esta ventaja diferencial es la que te tiene que dar superioridad frente a tus competidores. Solo si eres excelente en el servicio, conseguirás destacar en el mercado. Conseguir la excelencia, siendo consciente de tus debilidades para tratar de corregirlas, no debe hacer menguar el esfuerzo en el desarrollo de tu equipo, sino aumentar la confianza y la seguridad en el desempeño de cada cual. En el momento en que se produzcan fallos o disrupciones dentro de esta dinámica colaborativa, se deben considerar como parte del proceso, y se analizarán a fondo, corrigiendo y se obteniendo una clara lectura de lo sucedido. Si se ha producido una anomalía, esta proyecta información sobre aquello que hay que mejorar, con una oportunidad única de transformar una debilidad en una fortaleza.

Para crear un entorno laboral de excelencia hay que apuntalar y asentar valores y actitudes como:
Entusiasmo: Esto es tener auténtica pasión por lo que haces y ser capaz de contagiarlo a los demás, fomentando un modelo de trabajo en equipo que impulse un compromiso y motivación realmente genuinos. Es ya chispa que enciende la llama de la innovación y el afán de superación constante, que elimina el desaliento y es el ingrediente principal para experimentar, aprender y mejorar. Recuerda actuar siempre con entusiasmo

– Humildad: Reconociendo el propio valor y también el de los demás, y en especial el sacrificio, el esfuerzo, la lealtad y el trabajo bien hecho. Recuerda dar reconocimiento y felicitar al equipo cuando las cosas salen bien.
■ Sencillez: Existe la sensación de que cuanto más enrevesadas presentamos las cosas creemos tener más poder, tener más control o ser más indispensables. Necesitamos hacer que las cosas sean sencillas, y esto precisa en ocasiones de una atención y dedicación especial. Cuanta mayor sencillez conquistemos, mayor fluidez y valor obtendremos. Recuerda hacer las cosas sencillas
.■ Observación y escucha: Sirve para conocer, descubrir y contrastar diferentes situaciones pero también empleadla para poder visualizar nuevas oportunidades. Es tomar las riendas de la situación, frente a “perder los papeles”. Querer tener siempre la razón no garantiza el éxito, más bien presupone estancarse en el fracaso. Trabaja para crear un entorno colmado de respeto, honestidad y compromiso. Cuando alguien se siente escuchado, se siente valorado y cuando alguien se siente valorado, da lo mejor de si mismo… Recuerda, escucha, escucha y escucha.

Si logras ser un jefe excelente, crearas un entorno de excelencia a tu alrededor, con equipos excelentes y podrás conducir tu departamento desde la retaguardia, porque te liberarás de tener que estar en la trinchera en todo momento.