Un estudio llevado a cabo por la tecnológica Huawei, indica que nuestro cerebro procesa diariamente en torno 35.000 situaciones relacionadas con la toma de decisiones, y que tan solo una cifra cercana al 1%, es la que realizamos de forma consciente y controlada. Algunas de estas decisiones que realizamos de forma intencionada, como elegir el menú en un restaurante o escoger la ropa con la que nos vestiremos, forman parte de lo cotidiano.  En cambio, otras pueden resultar trascendentales en el ámbito personal o profesional, y un error de elección podría acarrear consecuencias no deseadas.

La toma de decisiones resulta algo tan significativo porque mediante el empleo del criterio que consideramos optimo, ante un determinado problema o contexto, este es evaluado adecuadamente y considerado para elegir la opción apropiada según las distintas alternativas que se presenten, activando para ello nuestra fortaleza del análisis.

Dicho esto, la gran cuestión seria… ¿Qué camino escoger a la hora de tomar la mejor decisión?, ¿el de la razón guiados por  la lógica y nuestro cerebro?, o ¿el del corazón, impulsado potentemente por nuestras emociones?

La expresión latina cogito ergo sum (pienso, luego existo…), atribuida a Descartes (1637/2011), es un planteamiento filosófico que se convirtió una de las máximas fundamentales del racionalismo occidental. Con frecuencia el ser humano utiliza el pensamiento para poder tomar decisiones y su intención es hacerlo especialmente de la forma más lógica y racional posible cuando hay que elegir entre diferentes opciones.

Este proceso de toma de decisiones cotidiano, tradicional y racional está supuestamente regulado por estrategias de minimización de costes y maximización de beneficios, con esquemas básicos de pensamiento que han llegado a ser equiparados a las operaciones y procedimientos mentales que desarrollan los científicos en su trabajo (analogía del científico).

Bajo este enfoque meramente normativo, encontramos postulados para el cálculo de probabilidades tanto de forma objetiva/relativa, como intuitiva/subjetiva, como los formulados por la ley de los grandes números y el teorema de Bayes, respectivamente.

Por otra parte, y parafraseando de nuevo a los clásicos, recordemos  la conocida cita de Pascal (1670/1940), cuando señala que el corazón tiene razones, que la razón ignora, para destacar el papel que también desempeñan las emociones en los procesos de toma de decisiones.

Este proceso no se puede acotar exclusivamente al ámbito racional. Las emociones pueden ser primarias, fruto de la herencia biológica, y secundarias, que van apareciendo a medida que las personas acumulan experiencia vital. Son estas vivencias  las que crean emociones que a su vez, originan una respuesta en el funcionamiento de nuestro organismo.

La respuesta que se genera en el cuerpo frente a un estímulo emocional puede ser visible para cualquier observador (como cambios en la expresión facial, tensión muscular) o imperceptible (segregación hormonal, cambio en la frecuencia cardíaca). Estos cambios son rápidamente detectados por el cerebro que analiza todos los estímulos que recibe a través del sistema nervioso central, tanto las reacciones con las que responde, como la forma en que el cerebro aprecia esas alteraciones producidas en nuestro interior.

Le Doux, (1986) identifica tres componentes diferenciables de las emociones, la evaluación del estímulo, la expresión de la emoción y la experiencia de los cambios corporales, dando lugar a lo que denomina como experiencia afectiva global.

Damásio (1995) en su obra, El error de Descartes acuñó el término “marcadores somáticos”, para referir el modo en  que las emociones influyen en la percepción, evaluación, decisiones y comportamiento, proponiendo la existencia de un mecanismo emocional para la toma de decisiones. Indica como las experiencias evocan sentimientos, mediante reacciones a través del sistema nervioso. Estos sentimientos son conservados como marcadores junto a la memoria y la experiencia específicas, de forma que cuando el sujeto afronte estímulos similares en eventos futuros, la corteza prefrontal del cerebro activará esos marcadores somáticos, para rememorar lo que sintió al estar ante un escenario similar.

De esta forma, es posible evaluar una situación dotando de un significado emocional a los estímulos ambientales que permiten tomar decisiones, ya que como señala el propio Damásio (ibíd) con esta hipótesis, este es un proceso que conecta la homeostasis, las emociones y los sentimientos.

Sin embargo, un enfoque meramente emocional tampoco es garante de que el proceso de toma de decisiones se lleve a cabo de forma adecuada. Las emociones no siempre ayudan en la toma de decisiones, ya que en muchas ocasiones tienen un efecto perturbador y desestabilizador. Schopenhauer (1864/1997), en su obra inconclusa Dialéctica erística o el arte de tener razón, describe 38 estratagemas para desestabilizar al adversario en un debate, haciendo aflorar sus emociones más primitivas e instintivas, como la ira o el miedo, para alejarlo de todo pensamiento y conducta racional. Y esto es algo que vemos con frecuencia en los medios o las RRSS y desgraciadamente, es mas común y cotidiano de lo que desearíamos

Damásio (ibíd.) sustenta que el error de Descartes fue establecer una disyunción entre la mente y el cuerpo, entre lo meramente racional y las emociones. Estas últimas no deben de ser consideradas como un inconveniente para la toma adecuada de decisiones como señalarían los puristas del pensamiento racional, pues el conocimiento y el razonamiento per se, no siempre son suficientes para tomar decisiones propicias. Si las emociones son responsables de proporcionar un conocimiento valioso, tanto implícito, como explícito a nuestro cerebro a la hora de elegir, para que un proceso de toma de decisiones sea racional, con frecuencia debe estar antepuesto por la generación previa de emociones.

Por lo tanto, la razón y las emociones no actúan como impulsos antagonistas, sino como fuerzas complementarias que se sustentan mutuamente en la toma de decisiones. El hablar de toma de decisiones racional o emocional, parece que nos lleve a situarnos en extremos opuestos, y sin embargo ambas cuentan con mas elementos en común de lo que inicialmente pueda parecer, por lo que podemos afirmar que las mejores decisiones las tomaremos de forma eficaz, cuando conjuguemos la lógica o la razón, con nuestras emociones.

 

Referencias Bibliográficas

Damásio, A. R. (1996). El error de Descartes. Barcelona: Grijalbo Mondadori. (Orig. 1995)

Descartes, R. (2011). El discurso del método. Madrid: Alianza Editorial.

E.P.(2018). ¿Sabías que solo somos conscientes del 1% de las decisiones que tomamos al día? Abril 10,2021, de ATRESMEDIA Sitio web: https://www.lasexta.com/noticias/ciencia-tecnologia/sabias-que-solo-somos-conscientes-decisiones-que-tomamos-dia_201812045c0664ac0cf222fc94ebb204.html

LeDoux, J. E. (1986). The neurobiology of emotion. En: J. E. LeDoux y W. Hirst (eds.), Mind and Brain. Dialogues in cognitive neuroscience (pp. 301-354). Cambridge: Cambridge University Press

Pascal, B. (1940). Pensamientos. Madrid, Espasa Calpe

Schopenhauer, A. (1997). Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en 38 estratagemas. Madrid: Trotta.

Imagen: https://www.pexels.com/es-es/foto/hombre-levantando-las-manos-con-la-ilustracion-del-corazon-1988698/