El reciente estreno de la pelicula francesa, «Vuelta a casa de mi madre», pone de actualidad un problema que afecta a muchas familias en estos días, impactando en el desarrollo cognitivo y psico-social individual de cada miembro. Y es que cada vez es más frecuente que los hijos, una vez emancipados, se vean obligados a volver al hogar del que un día salieron para iniciar una vida independiente.
Favorecer la autonomía e independencia de los hijos, es una de las tareas más gratificantes para los padres y el abandono del hogar familiar por parte del último hijo para el inicio de una nueva vida emancipada,(nido vacío) forma parte del ciclo natural del desarrollo en jóvenes y adultos. Sin embargo, es un hecho evidente que debido a diversas circunstancias que guardan en la mayoría de ocasiones relación con criterios de restricción económica, los jóvenes tienen serias dificultades para independizarse y abandonan cada vez más tarde el hogar familiar, o una vez que lo hacen, se ven en ocasiones obligados a retornar al mismo. Esta situación, lleva aparejada una serie de cambios en las relaciones familiares, que llegan a impactar a todos sus miembros y afectan tanto al desarrollo de adultos como de jóvenes.
Los núcleos familiares en las sociedades modernas, presentan una gran diversidad en cuanto a edades, modalidades de pareja e individualidades, de forma que lo tomado como normalidad en el entorno familiar, encuentra más excepciones que en cualquier otra época. (Craig, 2001). Por ello, el efecto que el retraso en la emancipación del hogar paterno tenga sobre el conjunto de los miembros que componen la familia, puede diferir en función de la edad de los miembros de la unidad familiar y dependiendo del contexto socio-cultural en el que se desarrolle esta situación.
Para los jóvenes, la consecución de logros en la vida afectiva y social, tales como desarrollar una carrera y una actividad con la que se identifiquen o encontrar pareja y formar una familia, iniciando su propio ciclo de vida familiar, forman parte de su desarrollo. Las relaciones sociales y el desenvolvimiento en lo emocional y laboral, se asocian con la salud física y mental (Papalia et al.- 2005; Rice, 1977)
En el caso de los adultos, resulta trascendental la capacidad para adaptarse y redefinir las relaciones con antecesores y predecesores en su árbol genealógico a medida que pasan los años. La generación comprendida entre los 35 y los 60 años, es el puente entre dos generaciones (Craig ,2001) ya que tiene el doble desafío de ayudar a que su descendencia comience una vida autónoma e independiente, a la vez que prestar ayuda a sus progenitores ya envejecidos, la generación de mayores de la que toman el testigo de mando (Erikson, 1981 y 2000).
Cuando los hijos continúan conviviendo en el hogar familiar hasta edades muy avanzadas, las relaciones padres e hijo joven-adulto, se realinean y presentan un papel trascendental, con una marcada influencia en familiar en la carrera y planes de vida de los segundos. (Lefrançois, 2001). Esta modificación en la interacción padres e hijos jóvenes-adultos, se manifiesta especialmente en sociedades como las del sur de Europa donde cada vez con más frecuencia hechos propios de la adultez, como el matrimonio o la paternidad se demoran en el tiempo, con el consecuente retraso en el momento de la emancipación filial.
España es el segundo país en la UE, donde los jóvenes se independizan a mayor edad, y más del 70% de estos, entre 15 y 29 años dependen de sus padres y viven en el hogar de origen. La dificultad de acceso al mercado laboral, que obstaculiza e impacta directamente y de forma negativa en el desarrollo de la orientación vocacional y laboral, así como las políticas de vivienda, son elementos adicionales que contribuyen a alargar la estancia de los hijos en el hogar familiar. (Iglesias de Ussel ,1998), Martín (2002), IJE (2013).
Junto a la precariedad e inseguridad laboral existente, situaciones de ruptura sentimental, como separaciones matrimoniales o divorcios, pueden hacer que los hijos vuelvan de nuevo al hogar familiar, tras haberse emancipado, en ocasiones ya con su propia descendencia. Este retorno al nido vacío, puede suponer para los hijos, una dificultad en el proceso de maduración personal. Del mismo modo, para los padres el hecho de que se centren en prestar la máxima atención y soporte, a hijos no independizados, puede llevarles a posponer sus intereses y a una perdida en la intimidad, sin olvidar la fuente de conflictos que puede presentar el llevar diferentes estilos de vida.
Con la partida del hijo culmina una etapa (Craig, 2201; Rice, 1997), tras la cual los padres realizan una valoración de sus expectativas y de su efectividad como progenitores. El retraso en el abandono del hogar, puede originar a ambas generaciones frustración, entendida como un comportamiento motivado, que está bloqueado por algún obstáculo.
La frustración puede desencadenar sentimientos de culpa, decepción y deseos no cumplidos. Esto puede generar estados emocionales negativos, experimentando vivencias desagradables, que van desde la confusión, tensión o inquietud, hasta el enfado e incluso la agresión y en última instancia la desorganización de la conducta. (Pinillos, 1991).
Las consecuencias comportamentales y emocionales de la frustración ocasionada por el retraso en el abandono del hogar, serían desde la agresión física o verbal, dirigida hacia el propio entorno dentro del hogar familiar ó la propia persona frustrada, conductas regresivas y de retroceso a estados anteriores de desarrollo, y fijación dada como conducta sin una meta clara, muy resistente a los cambios, estereotipada y compulsiva.
Sin embargo según Pinillos (ibíd.) para minimizar el impacto de estas consecuencias, ambas generaciones dispondrían de recursos y mecanismos para salvaguardar su bienestar, su autoestima y su integridad, tales como la justificación ó la proyección, que aunque no planteen solución al problema, lograrían diluir el impacto negativo de esta posible frustración.
A pesar de todo esto, en la cultura mediterránea existe una tendencia a ocuparse de los hijos, vivan o no de manera independiente. Cuando finalmente se dan las circunstancias propicias para que se materialice la emancipación del último hijo, se produce el fenómeno del nido vacío , lo cual supone una redefinición en los roles y metas de los progenitores como pareja, en la relación con sus hijos y en la de estos con sus padres en esta nueva etapa. Llegado este momento, ambas generaciones suelen tener una sensación de satisfacción, de dar cumplimiento a una misión y de haber culminado con éxito un ciclo, iniciando a la vez otro nuevo e ilusionante.
Me he visto identificado en este articulo. He tenido que regresar a casa de mis padres a consecuencia de un divorcio y de la perdida de mi empleo.En mi caso no se han vivido situaciones dificiles o de frustracion, mis padres son fantásticos y me han acogido con los brazos abiertos. Yo espero que esta situación sea temporal, pues conozco casos en los que si se alarga en el tiempo, acaban apareciendo pinceladas de la tensión que se describe.
He visto la película que se menciona al principio de la entrada, y tengo que decir que ilustra muy bien el tema. Es cierto que por culpa de la crisis, ambas situaciones son muy habituales, pues cada vez los hijos se van a edades más tardías de casa de los padres, y también es muy frecuente el regreso después de haberse independizado.
La crisis ha obligado a muchas personas a regresar «al nido», y esto tiene como consecuencia que ambas partes deben aprender a convivir de nuevo para llevar bien esa nueva situación
Con buena voluntad y predisposición por ambas partes esta situación puede hacerse más llevadera, superando los obstáculos que puedan aparecer, aunque no niego que pueda ser complicado.